Nikolai Vasilievich Gógol


Nikolai V. Gógol nace el 1 de abril de 1809 en Sorochintzy, Poltava, Rusia.

De Gógol se cuenta la siguiente anécdota divulgada por su madre.

Contaba la buena señora que, con 5 años, Nikolai, al parecer niño prodigio, escribió una poesía que leyó el novelista Kapnist, quien, abrazando al pequeño tras su lectura, afirmó que llegaría a convertirse en un genial escritor...

Cierta o no la leyenda, el caso es que Gógol, se convertiría con el paso del tiempo, en un novelista célebre.

Su primer éxito, Veladas en una granja cerca de Dikanjki, le consagra, joven escritor, en 1832, a la que seguirá, en 1835, Mirgorod, entre cuyas páginas se encuentra Taras Bulba.

Sigue publicando cuentos, y en 1836, abandona Rusia debido al escándalo que suscita su comedia El inspector, en la cual arremete contra los funcionarios de provincias.

En 1842, residiendo en Roma, escribe El abrigo, en la que da muestras de gran sensibilidad aunque la obra rebose una cruel ironía, y en el mismo año, empieza la primera parte de Las almas muertas, sátira en la que denuncia la dura existencia de los siervos en su país, y cuyo argumento no deja de ser original y espeluznante: un tal Chichikov, se dedica a comprar las almas de los siervos fallecidos para traficar con ellas en un inconfesable negocio.

Las almas muertas tenía que haber estado dividida en tres partes, de la cual, la más lograda ha sido siempre la primera, ya que con esa obra comenzó lo que podríamos llamar el declive de Gógol como novelista, al ser éste invadido por una fiebre mística que malbarató su creatividad enturbiándola, y ya nada fue igual en lo sucesivo en su obra.

Soñó, y garabateó, muchas cosas, que nunca tuvieron una concreción acabada, preparó Pasajes escogidos de una correspondencia, se carteó con sus amigos y se peleó con bastantes, y, finalmente, los diez últimos años de su vida, por cierto muy viajera, se los pasó imaginando como proseguiría su gran obra, en esa segunda parte de Las almas muertas, y de la cual han alcanzado la posteridad escasos capítulos.

Hombre de carácter difícil e inquieto, propenso a suscitar la polémica allá donde estuviera, no podemos decir que su vida privada fuese un éxito, ni tan siquiera económico; a Gógol no se le conocen grandes o pequeños amores, sólo algunas amistades femeninas, corresponsales muchas veces, como, por ejemplo, la de Nadezna N. Sheremetev, pero nada más. Es de suponer, entonces, que la novelística fuera su única y gran pasión.

Murió en Moscú el año 1852.

Nikolai Gógol ha pasado a la historia de la literatura de su país como el introductor del realismo literario.
 
 

© 2000 Estrella Cardona Gamio

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